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Escribir una saga (08-01-2020)

Actualizado: 12 ene 2020


Hola a todos, el otro día leía este artículo sobre la escritura de las sagas y los motivos para escribir una saga:



Es interesante ver las problemáticas que plantea. En parte, estoy de acuerdo con lo que dice el artículo en cuanto a que la dificultad de empezar de cero es un factor a tener en cuenta.


El problema de muchas historias es la necesidad de construir a los personajes para que tengan profundidad. Para el escritor y para el lector, unos personajes se van construyendo a medida que vivimos con ellos lo que piensan, sienten, les sucede y evolucionan en su historia. En ese sentido, es muy difícil que el comienzo de una historia cale en el lector con unos pocos capítulos.


También es dar con la chispa de una buena historia. Muchas veces, una buena historia es un filón de intrahistorias, de mitopoeia, de personajes que van creciendo y cuesta mucho dar con una historia independiente en la cual los personajes partan de cero con sus propias dinámicas. La posibilidad de saga chicle está ahí, pero también depende de los contenidos que se establezcan. Hace falta encauzar el propio rumbo de cada historia bajo sus propias reglas. Es fundamental diferenciar una historia cuyo eje sea el viaje interior de los personajes y cuyo eje sea la dinámica de combatir y vencer al mal en un combate épico. En ese sentido, me hizo pensar una interpretación que leí sobre “El señor de los anillos”.


En “El señor de los anillos”, se nos presenta la ilusión de que estamos ante un mal al que combatir en un combate épico cuando los combates épicos son el cebo. Como lectores, como espectadores, caemos en la misma trampa de Sauron, pero desde una óptica diferente. Como en “Harry Potter” y el quidditch, es muy difícil, si no imposible, ganar sin ser el equipo que consiga la snitch Dorada. Todo lo demás es un mcguffin que permite a la trama dinamizarse. El enemigo real de “El señor de los anillos” es el mal encarnado en cada uno de los personajes y como la fuerza mágica del anillo saca lo peor de cada uno de ellos y destruir ese catalizador de lo peor de cada uno es lo que supone un reto, la batalla profunda, no las escenas de acción épica porque cada ejército vencido queda en nada si el poder del mal supremo domina el mundo. Igual que el juego se acaba si la snitch dorada se consigue.


En el caso de “El sueño en verso” (Así como “El Sueño Perdido: La ciudad de las vidas partidas” y “El viaje del sueño”), como en la serie “Sense8” o la novela “Los desterrados” de Marcus Sidéreo, el villano mcguffin es la EDAU. Es una historia de un viaje, de afrontar los demonios interiores, de tomar decisiones y lidiar con fuerzas para las que nadie está preparado. Al fin y al cabo, cuando nos enfrentamos a la relación como usuarios y como ciudadanos con los grandes sistemas económicos, políticos y comerciales, nos enfrentamos a grandes conflictos donde quiénes somos, cuál es el grado de tomar decisiones para sobrevivir y cuál el grado de decisiones para hacer lo correcto, qué decisiones pueden poner el foco en un mundo mejor, qué decisiones juegan en contra de nuestros intereses particulares, pero quizá ayudan a un mundo mejor, qué decisiones juegan a favor de nuestros intereses particulares y a favor de un mundo mejor, o qué decisiones juegan a favor y también repercuten a un mundo mejor. Es un viaje por múltiples realidades, temporales, nacionales, culturales, políticas, artísticas, sociales, ucrónicas, físicas, que hace que los personajes deban decidir y comprender mientras crecen para descubrir quiénes son y en qué medida su rumbo contrasta o se vincula con el de los otros. Por eso, la EDAU es algo relativamente menor y no puede jugar con las mismas reglas que, por ejemplo, en “Los juegos del hambre”, donde Panem es el enemigo constante que hay que vencer o los musulmanes en “El cantar de Roldán” o en tantas otras obras que son sota, caballo rey.


Otro de los problemas típicos es la falta de ideas. En mi caso, no es tanto falta de ideas o de argumentos, sino, principalmente, falta de sentir la chispa y el desarrollo adecuados como algo plenamente diferenciado de la saga que escribo. He escrito obras medio independientes o que partieron como algo independiente (http://webs.ucm.es/BUCM/escritores/escritores.php?idpagina=36837&nombreblog=escritores&autor=Valladolid+Antoranz%2C+Javier); relatos como: “Qu’est ce que c’est?” (Un relato surrealista auto concluso), “Aquelarre deificante” (Relato fantástico de experimento literario con el reto de escribir incluyendo las palabras que un amigo escritor me), “Ounous” (Un relato de personajes anónimos, un genio, narración profética y), “Estallido en tren” (Para un concurso de RENFE, en donde hablaba de la normalidad y de los recuerdos y miedos colectivos), “Quejido equidistante” (Relato que toma varios cuadros de Dalí y de otros autores para narrar una historia muy particular), “Teodorito y Teodorita” (Un cuento de hadas para adultos, que habla del tema del maltrato y las relaciones tóxicas), “Utopía destruida” (Un relato histórico de temática egipcio-helénica donde un príncipe egipcio busca venganza), “Schermo dei vapori” (Un relato steampunk con rasgos mágicos, escrito en italiano, que pretendía ser el inicio de un imaginarium propio e independiente en italiano), “Ojo del huracán” (El relato de ciencia ficción con un rito de paso en una civilización futura capaz de colonizar las lunas de Júpiter y moverse por el ojo del huracán de Júpiter), “Ñu en cautiverio” (Un relato de corte ecologista y biopunk con ecos mágicos y que recuerda a “El efecto mariposa”), “La llegada de la ilusión” (Este relato es una comedia dramática romántica con sueños proféticos como eje), “La habitación oscura” (Es un thriller), “La guardilla” (Es un relato post apocalíptico con alienígenas estudiosos), “La cara sin rostro” (Un relato de terror con un psicópata como protagonista), “Hacia la odisea de abandonar el fin del mundo” (Relato filosófico alegórico) y otros, pero no terminaban de cuajar y desarrollarse solos con la misma fuerza.

Incluso, es curiosa la cantidad de premisas que me surgen escribiendo la saga. El problema es que pasan a ser inciso dentro de la historia y no una historia desarrollada, para la que hace falta otro enfoque que yo no tengo, unas inquietudes que no son las mías para darle un enfoque directo dramático más interesante y un tiempo que yo no tengo porque estoy centrado en otras ramas.

El enamorarse del mundo que uno ha creado es algo normal. Es verdad que en ocasiones puede ahogar la acción, pero también va un poco por gustos y por intereses. Yo, cada vez más, tengo menos memoria y atención en la acción y me cautiva más la historia en la lectura, más el mundo que se me plantea. Hay obras cuyos personajes vienen y van, o avanzan en un camino donde evolucionan sin que haya demasiada acción, pero nos permiten conocer un mundo, su sentido, sus conflictos, su belleza y fealdad, su luz y oscuridad, su mitopoeia. Leer a Lovecraft no es un viaje por historias donde la acción importe demasiado sino aquello que uno contempla, aunque es verdad que debe afectar de alguna manera a los personajes. Leer a Tolkien es un viaje por su mundo, leer a Dante en “La divina comedia” o leer “El libro de los muertos de los antiguos egipcios” es un viaje por sus mundos interiores para dar un sentido mítico a la experiencia lectora, como espectadores de ese mundo más que de la acción. No se trata de hacer una mera enciclopedia sobre algo, aunque algo de eso hay, sino de contar un mundo a través de tantas cosas como descubrimos de él en tanto que espectadores, donde los diálogos con otros personajes, con sus rituales mágicos encarnando un personaje que le habla a otro, con sus canciones, batallas, paisajes, historias, mueven todo. La acción es el cliffhanger, la excusa del viaje narrativo-descriptivo del trasfondo y su sentido. Claro que hay que saber mostrar que ese es el juego. Por ejemplo, en “Un mundo feliz”, no queda demasiado claro que ese sea su juego y puede llegar a cansar su interesante planteamiento porque no parece que llegue a nada cuando busca avanzar a alguna parte y no sólo mostrarnos el trasfondo como espectador. “Regreso a Belzagor” de “Robert Silverberg” también lo es.


En ese sentido, “Infinitas” Haizea M. Zubieta es todo lo contrario; la acción se da a raudales y el trasfondo llega en cápsulas algo satisfactorias y dosificadas para lectores más interesados en el rumbo de la historia y sus giros que en la miga del trasfondo. Dentro de unos límites, es una cuestión de gustos, igual que hay lectores que prefieren la ciencia ficción dura y lectores que no la aguantan. Tema aparte es el interés de los mercados y sus tendencias.


Leía este artículo sobre las series y el problema del episodio piloto:



La cuestión del comienzo es un problema porque, como señalaba antes, muchas veces las historias necesitan tiempo para construirse y no siempre se hacen las mejores elecciones en los comienzos o no se ajusta su fuerza. El tiempo y la experiencia dan un criterio diferente, más razonado, sobre determinados planteamientos estéticos, sobre detectar cuestiones de estilo, de imagen y planteamientos de una determinada historia. Las sagas tienen este rasgo especialmente desarrollado, y unas redes difíciles de salir. El relato “Hoja, de Niggle” nos habla de la obsesión del artista con su obra, de mostrar y descubrir cada aspecto de la realidad, por plasmarlo, por descubrir sus secretos (También se puede vincular a “La metamorfosis” de Frank Kafka con ese viaje que nos espera, pero al que un impedimento juega en nuestra contra; sea convertirnos en cucaracha o dar con la gran obra que no es tan monetizable, pero sí está llena de inquietud. Y con “El desierto de los tártaros”, donde la burocracia primero y el mundo interior del paso del tiempo, de los compañeros de viaje en la esperanza, de lo que descubrimos con ellos en las brumas de la inmensidad, cual “El caminante sobre un mar de nubes” de Caspar David Linch, donde contemplamos un mundo más rico del que se nos muestra en sentido literal, cual aquel tapiz de “La leyenda del rey errante” de Laura Gallego), porque una hoja puede ser el comienzo de una escena.


Pero una escena puede ser la base de un mundo. Y así acabamos en una expresividad de todo un mundo en unas pocas escenas, como en “El jardín de las delicias” de El Bosco. Donde hay numerosas escenas, algunas narrativamente esenciales y otras de trasfondo rico en matices. Es muy posible que mirar sólo una escena, cuando el rumbo nos viene marcado, y que esta no nos resulte especialmente interesante, nos anime a abandonar la historia y que haya bastante de razón en que tener hacer un comienzo muy potente en cualquier pieza artística, en que el primer impacto transmita, pero también es verdad que no siempre se consigue y que no todas las obras merecen la condena eterna por sus defectos y errores iniciales.


Al final, queda a criterio personal, pero, en el caso de las sagas, a veces una mala carta de presentación es sólo eso, porque el desarrollo merece la pena, y una buena carta de presentación no asegura un desarrollo potente.


Espero que os haya gustado.


 
 
 

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