Los libros en la época de la tecnología
- Javier Valladolid
- 27 may 2019
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 3 jun 2019
En los tiempos en que, gracias al e-book, tenemos a nuestra disposición multitud de historias en un espacio físico muy reducido por el e-reader, observamos también, en aparente paradoja, que el libro en papel tradicional no ha desaparecido y está lejos de desaparecer. Eso no significa que los libros, tanto a nivel material como a nivel de contenido, no hayan sufrido transformaciones con el tiempo.
El libro, más allá del concepto intelectual de historias y mensajes codificados lingüísticamente por vía oral, surgió en Sumeria, en tablillas de arcilla. También sospechamos que lo hizo además en madera en otros lugares. Lo que permitió que se plantearan las historias desde una durabilidad y relativa facilidad de producción. Las tablas de barro cocido se podían utilizar para escribir mientras estaban blandas, lo que no permitía dedicar mucho tiempo a la corrección de los textos, aunque sí a su difusión conocida a un nivel duradero que los hacía especialmente útiles para lo trascendente, lo religioso o lo civil que debía conocerse por toda la comunidad a la vez que su manejo directo era muy restringido y de relativamente pocos ejemplares.
En cambio, la tendencia ha sido una evolución hacia materiales más fáciles de producir, menos duraderos y con mayor capacidad de difusión en cantidad. Así, llegamos al punto de los soportes digitales, menos duraderos en términos de obsolescencia que un libro en papel en términos generales (Un libro en papel razonablemente conservado sigue estando en buenas condiciones después de 30 o 40 años. Los libros de siglos, los libros que incluso están hechos en pergamino, con materiales más resistentes, necesitan cuidados profesionales por el paso del tiempo, pero aguantan muchísimo en comparación). Un ordenador, un móvil o un e-reader duran máximo 10 años de vida media (Dudo mucho que ninguno tengamos ordenadores en pleno uso de hace más tiempo hoy día y e-readers de más de 10 años no sé si alguien los conserva), aunque los datos que contienen se pueden duplicar y difundir. Eso ha permitido la dinamización de la creación de los textos y de la rapidez con la que los libros se escriben.
Los libros, por lo general, en el medioevo o en la antigüedad, requerían bastante tiempo para su composición, con periodos de escritura lentos, reposando los textos, cuando no se usaban métodos taquigráficos, para escribir y se recogían muchos textos de la tradición oral, repetidos una y otra vez en diferentes versiones en función de la calidad de la copia, los errores que pudiera cometer o las traducciones (a veces, convertidas en obras totalmente distintas) de los textos. Frente a eso, la imprenta agilizó mucho la difusión y luego la máquina de escribir permitió una mayor rapidez a la hora de escribir. La lentitud en la composición tenía la cualidad de que había relativamente pocos libros disponibles (Muchos más de los que hace tiempo se estimaban, pero no como ahora) como fuentes y se pueden detectar en muchas obras, en función de su origen geográfico o de clase, una serie fija de obras que tomaban como referentes todos los autores, que dialogaban entre sí. Ahora, si bien hay un impacto de ciertos autores por la escuela o los medios de comunicación, la variedad de referencias posibles es muy alta y podemos buscar no sólo en las bibliotecas físicas, que, en su inmensidad, tienen un número bastante limitado de libros, sino en Internet infinidad de referencias y los callejones sin salida son infrecuentes.
Por ello, es imposible hacer un libro exactamente igual que hace décadas y ya no digamos hace un siglo. Podemos tomar inspiración en ellos, reflexionar sobre sus discursos, disfrutarlo con otra óptica, o referenciarlos, pero cada libro tiene su base no sólo en el contexto histórico sino en el tecnológico, y cambiamos los lenguajes, las formas y quiénes somos en cuanto el libro cambia con la tecnología.
Y, finalmente, no puedo olvidar otro punto de la dimensión del libro y la época de la tecnología; la literatura de ciencia ficción. Seguramente, la mayoría de las obras de ciencia ficción mantienen una relación complicada con los libros y con la literatura. Con frecuencia, abundan los personajes que no leen o leen pequeñas dosis de información. También encontramos obras como "Fahrenheit 451" de Ray Bradbury, cuya trama gira totalmente en torno a los libros y la relación que el ser humano tiene con estos. En el ámbito audiovisual, ha surgido una película donde no encontrábamos un avance tecnológico muy elevado, pero sí una paradoja con el acceso a la información de un modo oral y limitado porque la sociedad elimina los libros, el legado cultural, y sólo preservan los que el lado oscuro del poder considera que se deben preservar, aunque no al alcance de todos. La novela tiene otra versión, de 2018, donde encontramos un mundo más tecnológico, la paradoja del uso de la escritura por la comunicación de las redes sociales y sólo, en versión simplificada, están permitidos "La biblia", "Al faro" de Virginia Wolf y "Moby-Dick" de Herman Melville.
Personalmente, como filólogo, no concibo mis imaginarios sin que haya una vinculación con los libros a muchos niveles. En "El Fin de Pantakakistos", la distopía mágica con ecos de ciencia ficción tiene una fuerte presencia de relatos como una yegua que cuenta un relato de ciencia ficción sobre un robot o libros ardientes y no ardientes en un lugar donde la magia trae todo tipo de cosas tecnológicamente anacrónicas respecto a la ambientación medievalizante a través de los exploradores eruditos del multiverso en ese ámbito. En "El sueño en verso", así como en su antecedente en "El Sueño Perdido, La ciudad de las vidas partidas", y en su spin off de "El viaje del sueño", entre otras obras (En las obras largas, es más evidente), los personajes siguen leyendo libros, además de los referentes audiovisuales y musicales, y conviven con la realidad del e-book y el libro físico, con la ciencia ficción en historias que hablan de ciencia ficción y de libros porque no concibo un mundo de ciencia ficción amplio donde la literatura sea inexistente, frente a muchas otras obras, igual que no concibo seguir el recurso de la ciencia ficción que sólo ve nuestros referentes, o sólo referentes anteriores a nosotros, cuando está situada en el futuro; especialmente, si está situada en el futuro lejano. En ese sentido, me gustó mucho la serie de "Andrómeda", que bien podía haber sido una buena novela, donde se hacían muchas referencias a obras conocidas, clásicas en ese futuro, que no existían en la realidad porque eran obras que los personajes conocían por vivir en un futuro lejano dentro del imaginarium de la serie.

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