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Los placeres del lector obsesionado

Actualizado: 28 may 2019


Hay varios temas que me gustan. Algunos más como espectador, otros más como lector, otros me gustan más a la hora de escucharlos, otros al contemplarlos y otros al escribir.


La ciencia ficción con ideas intelectualmente interesantes me tira mucho al leer (Asimov, "El planeta de los simios", "Mundo anillo" de Larry Niven, "Regreso a Belzagor", "El hombre hembra" de Johanna Russ), aunque he leído otros tipos y la ciencia ficción de corte más visual funciona bien en muchos casos en cine. También encuentro en ocasiones interés en la filosofía, aunque cada vez más la filosofía de ideas que van surgiendo, la filosofía de andar por casa, más que el desentrañar las complejas concepciones filosóficas discursivas de los clásicos y no tan clásicos. Me gusta también la literatura de emociones sensibles y reflexiones, por ejemplo, el juego de emociones que transmite "Olvidado rey Gudú" de Ana María Matute o, en su momento, "El desierto de los tártaros" de Dino Buzzati (He leído "Un amor" varias veces y "El secreto del bosque viejo", pero no me generaron la maravilla que me generó durante años cada vez que leía "El desierto de los tártaros" y su mirada al paso del tiempo y a la vida) aunque, en cambio, no le terminé de coger el punto a "La muerte del comendador" de Haruki Murakami. Como filólogo, encuentro interesantes los juegos de palabras o las experiencias imaginativas interesantes. Así, leer a Jorge Luis Borges fue una experiencia interesante. También J. R. R. Tolkien ha marcado mi vida lectora y experiencia escritora desde niño. Le tengo cariño a la saga Harry Potter y al primero de "Nihal della terra del vento" de Licia Troisi, primera obra de fantasía épica que leyera en italiano. También a la novela histórica con obras como la saga de "Los hijos de la tierra" de Jeam M. Auel, o "Felipe, heredarás el mundo" de Javier Olivares o "El imperio de los dragones" de Valerio Massimo Manfredi o la trilogía de "El juez de Egipto" de Christian Jaq. He disfrutado también leyendo otras obras que generan un choque cultural grande como varias relativas a los futuristas y otros fascistas italianos, que lograban hacer de la poesía algo que rompía el lenguaje y plantean una visión sobre ciertas cosas tan horripilante como sorprendente y que ha sentado las bases de la distopía. O "La epopeya de Gilgamesh" o "El príncipe" de Niccolò Macchiavelli. También la poesía de los trovadores en lengua de Oc, de Francisco Quevedo, de Rosalía de Castro y de Gustavo Adolfo Bécquer, aunque también he aprovechado otras para recitar como "Extractos de Proverbios y Cantares (XXIX)", más conocido como "Caminante son tus huellas" o "El gato" de Tolkien o "O sapo" de Celso Emilio. Encontré curiosas y entretenidas las novelas artúricas. Y he disfrutado intelectualmente a nivel poético, de estudio y de emoción mítica con "La divina comedia" de Dante Alighieri.


Además de leer y escribir mis novelas, aprovecho para las conlangs que aplico a mis novelas y ahí el pantakakiano es la que más he desarrollado, con un componente más claro de identidad propia, como un recurso que se emplea en la obra, pero que tiene su propia entidad, con mucho léxico, gramática, fraseología y elementos propios que hacen de tal idioma un idioma útil para infinidad de obras literarias o para traducciones a la conlang por diversión, no sólo para una única saga.





 
 
 

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