Reseña de “Alphaville” (14-07-2019)
- Javier Valladolid
- 14 jul 2019
- 2 Min. de lectura
[Parpadeos tiránicos]
[Aviso de spoilers]
Ayer vi en el cine Doré “Alphaville”, título original “Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution”, película francesa de 1965, de ciencia ficción thriller noir, dirigida y guionizada por Jean-Luc Godard sobre una distopía y un visitante al país (O planeta o Ciudad) de Alphaville. Me ha parecido una película curiosa en su tratamiento narrativo, aunque demasiado críptica y algo pesada a ratos. Le pongo un 6,0.
Lemmy Caution (Eddie Constantine) es un agente secreto enviado a Alphaville para localizar al agente desaparecido Henry Dickson (Akim Tamiroff) y asesinar al fundador de la ciudad, el científico conocido como Profesor Von Braun. Allí descubrirá que la sociedad es particularmente extraña y peligrosa e, infiltrado como periodista, conoce a Natasha (Anna Karina), la intermediaria.
La película se rodó en blanco y negro y juega mucho con los encuadres cámara en mano y las luces parpadeantes para crear un clima paranoide y claustrofóbico. A lo que se suma la voz en off. El protagonista es un misógino que funciona como el protagonista anti héroe detective de una obra ciberpunk, aunque no haya realidad virtual ni futurismo explícito. Eso sí, es una película que juega con el código del telón de acero, de la guerra fría hasta sus máximas consecuencias, con ecos de “1984” o “Un mundo feliz”. Una película lenta en general y con reflexiones sobre el lenguaje y la obsesión por la robótica, por la obediencia y la amenaza que perciben los de esa distopía en los sentimientos humanos y en el lenguaje. Tenemos además un juego de referentes en los diálogos que recuerda a la posterior escuela Dogma, con un minimalismo que remite de forma casi teatral a otras escenas que están viviendo los personajes. Así, tenemos la impresión de estar en una ciudad de un planeta lejano, uno más de una inmensa galaxia, que tiene armas de destrucción masiva a su disposición y no de una ciudad de los años 50 con la tecnología, ordenador inteligente aparte, de su época a la que se puede ir en coche.
La película se vuelve lenta y cada vez más extraña en sus reflexiones, pero también resulta curiosa por cómo se narra y el peso de la crítica a un excesivo racionalismo, a la censura ideológica del lenguaje y a la felicidad como obligación.
En conclusión, una película que reflexiona sobre el valor de los sentimientos y el problema del exceso de racionalismo, además de criticar el totalitarismo y jugar con el thriller y la doble perspectiva narrativa, a la vez que su excesivo cripticismo narrativo reflexivo y estilo lento pueden volverse tediosos.
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