Reseña de “Metrópolis” (24-08-2017)
- Javier Valladolid
- 26 ago 2019
- 2 Min. de lectura
[Futurismo bíblico]
[Aviso de spoilers]
Ayer vi en vídeo “Metrópolis”, película alemana de ciencia ficción, de 1926, dirigida por Fritz Lang, escrita por Fritz Lang y su esposa Thea von Harbou, que nos habla de robótica y lucha de clases en la futurista ciudad de Metrópolis. Me ha parecido una película curiosa, con una estética y un estilo muy peculiares y un discurso y una narratividad sorprendentes, pese a hacerse pesada algunos ratos. Le pongo un 7,2.
En una megalópolis del siglo XXI, los obreros viven en un gueto subterráneo mientras las élites viven en rascacielos en la superficie. John Fredersen (Alfred Abel), el amo de Metropolis y padre de Freder, busca la rebelión de los obreros para poder someterlos. Por ello, habla con Rotwang (Rudolf Klein-Rogge), un científico que ha creado un robot. En paralelo, Freder (Gustav Fröhlich) comete errores en su trabajo y su padre le destierra a trabajar y vivir con los obreros. En las catacumbas, conoce a María (Brigitte Helm), que se convierte en mesías de la paz para los obreros. Para evitar su influencia, Rotwang secuestra a María y hace que la androide tenga su aspecto, pero la robot es malvada y posee una sexualidad muy marcada.
Para los que no hemos visto mucho cine mudo, resulta especialmente curiosa, por lo distinto que es del cine actual y, al mismo tiempo, por los elementos específicos que tiene ese futurismo. A nuestros ojos, se trata de un paleo futurismo con carreteras sobre puentes gigantes, con coches de época y avionetas de los comienzos de la aviación haciendo diversos recorridos, además de máquinas que parecen tómbolas y engranajes, que me recordaron a cosas que vi en el musical “Cabaret”; de hecho, se hizo un musical a partir de esta película muda con subtítulos en alemán, con otros añadidos en español en la versión que vi. Tampoco faltan los rascacielos y un edificio singular emblemático. Podemos detectar ecos del ballet ruso y de diversas escenas de figuración, como en el jardín del comienzo. Todo con mucho aspecto teatral y estático a ratos.
Es una película donde la música cobra gran protagonismo junto a los elementos bíblicos entremezclados con la burocracia y la actividad mecánica de los obreros. No falta tampoco la cabaña del bosque, sin bosque, donde vive el científico loco, con aspecto de ogro y de jorobado de Notre Dame, con catedral incluida en otra parte de la trama. También escenas bíblicas, como ensoñaciones sobre Moloc, o sobre La Torre de Babel o sobre la muerte flautista, entre otros surrealismos, que dotan a la trama de irreverencia y momentos divertidos. Además de la figura de María y la robot, primero como halo divino que adopta el aspecto de María y luego como diabólica, que provoca la destrucción de la máquina corazón y eso destroza la ciudad. Con un discurso que simpatiza con el nazismo y condena el comunismo, a la vez que ataca el capitalismo.
En conclusión, una película sorprendente, teatral en muchos aspectos, espectacular en su estética, simplista para la actualidad, y curiosa, que resulta difícil de seguir a ratos y se torna un poco pesada en otros.
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